9 ago 2008

FASE II - Capitulo 4 - Recuerdos en una Bola de Cristal / Su Dulce Hermano

Tomado de los archivos generales de la División de Investigación Post-Juicios del Ministerio.
Cuatro pilares sostienen las bases de la legislación en el Reino. De estas cuatro, una es divina, las demás son pilares de soporte. El pilar divino esta compuesto exclusivamente por la razón y la voluntad de El Ser. Los otros pilares son sustentados por El Ministerio, El Consejo y El Juez Supremo. En este Reino existen leyes, así como las existen en la infinidad de mundos alternos a este. Donde la suprema voluntad de El Ser gobierna sobre todas las entidades.

Para llegar al Reino, se deben completar diferentes pruebas en el mundo. Donde la vida y la muerte se cruzan y luego las entidades migran a diferentes submundos, de acuerdo a sus acciones y sus esfuerzos hechos en vida. La filosofía Mondú establece una enésima cantidad de principios fundamentales para la vida en el Reino, que han sido adoptadas como Leyes generales.
El primer principio de la ley Mondú establece que una entidad, con solo el hecho de habitar en el Reino, es considerada una entidad pura y divina, inquebrantable e incorrupta.
Mas sin embargo el segundo principio dice, que cuanto mas cerca se esta de la pureza total, la entidad adquiere mayor consciencia de si misma y busca la individualidad.
Un tercer principio, pero no menos importante asegura lo siguiente, un ser que habita en el Reino posee poder y que ese poder es convertido en energía para vivir, cuando esa energía carece de una fuente la entidad expira. Haciendo lo que se llama el efecto o ritual de transpotencialidad. Donde la energía y el poder son enviados a una nueva entidad, aleatoriamente.
El cuarto principio trata de la transpotencialidad, capacidad que creó El Ser para que esa energía y ese poder no desaparezca, más bien tengan existencia eterna.
En base a estos cuatro principios establecemos nuestra investigación de las causas de este incidente lamentable, donde los frudikdurs de los Santuarios Sagrados de Poder traicionaron las expectativas y los derechos del Ministerio y del Consejo sobre los Poderes elementales.

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— Nos encontramos en la primera rotación de El Reino, donde todo comenzó. Mi nombre es Meduk, soy el frudikdur del Tiempo de esta era. Mi padre al igual que yo fue un frudikdur, y luego de las redadas de “salvación” que el Ministerio realizó hace cien años mi padre desapareció. Mi meta es conocer la causa por la cual mi padre no regresó jamás y de tratar de encontrar al culpable de esas miles de perdidas. Para lograrlo me he infiltrado en las oficinas del Ministerio como un empleado normal, ocultando mi apariencia por la de una humilde entidad de nivel 1. Quien podría sospechar de un individuo tan frágil como una entidad de ese nivel.
— ¡SEÑOR KARDUS! ¿! EN DONDE COLOCÓ EL REPORTE DE TRANSPOTENCIALIDAD DE ESTE PERIODO!? — exclamó el vice ministro de la división de protección de la energía y el poder. Un hombre completamente amargado y lleno de rabia hacia las demás personas, no explico mas detalles de el por parecerme demasiado grotesco. Kardus era mi nombre clave.
— A-aquí esta su excelencia... — musité yo, fingiendo como de costumbre, mi ineptitud.
— Las nuevas leyes prohíben que se dirija a mi en esa manera señor Kardus... exijo que desaloje mi oficina inmediatamente. — Dijo el con un aire completamente altanero ¿como pretendía que le comunicara mis reportes?
— ... — inmediatamente, así como lo había pedido, abandone la oficina. Me dirigía entonces a los archivos generales del departamento de legislación. Necesitaba encontrar una fuente confiable para conocer las verdaderas razones de las redadas de salvación. La única explicación que había tenido sobre ese evento, la había recibido por parte de aquel viejo decrepito de la oficina que abandonaba. Según el, nunca se habían dado tales redadas y que todo era un invento de las personas para asustar a aquellas entidades que se dejaban llevar por los objetivos personales. Eso no me lo creía ni en mil años.

Entonces llegué al archivo general, una puerta dorada como el sol resguardaba la entrada, por suerte para mi, mi puesto me permitía entrar en todas las bibliotecas de datos del Ministerio. Justo en ese momento apareció la luz de mi vida, mi pequeña y adorada hermana, que venía corriendo por el pasillo, exclamando mi nombre. Entonces me acerque lo suficiente a ella y la abracé tiernamente.
— Mi querida Rhema’z... cuantas veces... sabes que no debes llamarme Meduk en este lugar... — ella me miró con sus ojos brillantes, que su cabello rojo hacían resaltar.
— T-tu tampoco deberías llamarme Rhema’z hermanito... recuerda que mi nombe clave es...
— ...Ioma... lo recuerdo con exactitud... ¿vienes conmigo Ioma? NOTA: Ioma (se lee íoma)
— ¡Claro! — contestó ella enérgicamente, con esa vida que tanto la caracteriza. Solo deseo que esta búsqueda no le quite a ella su felicidad.
— ¿Qué buscaremos hoy Med... perdón... Kardus?
— Buscaremos la razón por la cual padre desapareció...
— ¿Papá?... desde cuando... ¿desapareció? — preguntó ella con la voz en un hilo por el llanto que se avecinaba.
— ¡No! ¡No quise decir desaparecer!... a lo que me refería era a porque el tuvo que viajar por tanto tiempo... — explique yo, apresurándome a secarle las enormes lagrimas.
— S-segu-ro...
— Así es... el no desapareció... solamente... salió de viaje...
Entonces entramos a una de las salas donde se encontraban los almacenes de registros de los habitantes del Reino, donde se archivaba toda la información relativa a sus vidas en el Reino y de la forma en que han expirado. Comencé a buscar por toda la biblioteca, buscando por nombres junto a mi pequeña asistente, que con la ayuda de un papel podría identificar el nombre o la letra de la persona que buscábamos. Así permanecimos por un largo rato, nunca habíamos entrado a esta sección de registros, pues habíamos dedicado los primeros años de investigación a la información de terceros, hasta que gracias a mis influencias pude entrar al Ministerio algunos meses atrás.
— ¡Eureka! — exclamé.

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— No te has olvidado de esas tristes anécdotas... ¿verdad Rhema’z? — interrumpí.
— Odín... yo... — ella entonces apagó las luces de la bola de cristal que tenía en sus manos. En ella almacenaba los recuerdos de su pasado, mas que todo los recuerdos tristes. — La nostalgia es difícil de olvidar... — dijo ella en un hilo de voz. Lagrimas comenzaron a correr por sus mejillas rosadas. — dentro de este objeto... plasmo toda mi vida...
— Comprendo a la perfección... el estar solo en un mundo así...
— No sigas Odín... la reunión con los frudikdurs comenzará pronto... no podemos atrasarnos.
— Entonces vámonos... — en ese momento Rhema’z se incorporó para acompañarme a la salida, justo cuando estábamos por salir de la habitación, la tomé del brazo.
— ¿Qué sucede Odín? — interrogó Rhema’z.
— ...no deseo verte llorar mas... procura... de no mostrarme esa cara... — le dije secando las mejillas de aquella bella frudikdur.
— ...Odín... eres igual que el... — dijo ella inclinando la cabeza — ...estoy dispuesta a seguir con todo este escenario hasta el día en que podamos...
— Calla... un guardián podría escucharte... el día se acerca Rhema’z...
— Odín... la reunión esta lista... — dijo Ghenabis al entrar a la habitación. Ella era la frudikdur de Fuego. Una mujer osada, y muy reservada, que a la vez, hacia las de guardaespaldas de Rhema’z. Traía en su cintura una espada muy brillante, sin funda, simplemente apretada por un cinturón. Sus brazos estaban rodeados por cintas de colores blanco y azul, ornamento principal de los frudikdurs.
— ¿y Atlante? ¿Ya regresó Atlante del Ministerio? — preguntó Rhema’z.
— Así es y trae nuevas noticias, favorables para la causa. — explica Ghenabis.
— Las ordenes que recibió fueron las de traer con vida al primer consejero del Ministro. Este nos sabrá dar información valiosa del Foru Fayo. — expliqué y luego los tres salimos de la habitación, hacia un pasillo que llevaba hacia un gran salón, donde se encontraban reunidas cientos de entidades de El Reino. Nos encontrábamos en el Santuario de la Luz. Al subir al podio, la multitud levantaba elogios a mi y mis colegas, podía sentir su aceptación como líder. — ¡QUE COMIENCE LA BATALLA!

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